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Reseña: ¿Hasta qué punto llegarías para proteger lo único que te mantiene con vida? La primera vez que Lynn mató a alguien tenía siete años y desde entonces ha tenido que hacerlo prácticamente a diario. En un futuro distópico en el que los recursos naturales han sido extinguidos, la sequía azota a la población, creando el caos. Lynn y su madre tienen que proteger su estanque como sea, puesto que su vida depende de ello, y cualquier persona lo suficientemente sedienta y desesperada como para comprobar su determinación, termina con una bala en la cabeza. Todo vale para sobrevivir.
Hace tiempo que ninguna novela juvenil lograba convencerme: no paraba de encontrarme con sagas infinitas y libros sin contenido, protagonistas débiles, romances insulsos y tramas poco desarrolladas. Pero, gracias a Not a Drop to Drink, he vuelto a descubrir mi pasión por las distopías. Mediante una sencillez que esconde una trama intensa y muy, muy dura, Mindy McGinnis nos esboza una historia sin pretensiones: no habrá una enorme revolución que reconducirá el mundo, tampoco se suceden escenas de acción detrás de otra, simplemente nos encontramos ante la cara más honesta de la supervivencia pura y dura, en la que cada día supone un reto para lograr vivir el siguiente.
Si tuviera que calificar este libro con una sola palabra, esa sería 'crudo'; nos encontramos ante escenas realmente duras, sangrientas y dramáticas, pero ninguna floritura empaña la limpieza de unas palabras honestas, detalle que las hace aún más terroríficas. La muerte, la destrucción, el abuso y la crueldad en su estado más puro, son el pan de cada día, y así son retratados. Sólo hay un tema que se trata de forma más sutil, pero arrebatadora al fin y al cabo; se deja bien claro pese a que no se termina de afirmar: los abusos sexuales de un grupo dominados por hombres, que ven a las mujeres como moneda de cambio, prostituyéndolas a cambio de mercancías. McGinnis trata este tema con la delicadeza que no vemos en otras escenas, transmitiéndonos todo el desprecio y resquemor que supone un tema tan morboso como ese.
Uno de los muchos puntos que me ha enamorado de la narración, es la forma en la que se describen muchos mecanismos de supervivencia: se nos habla de qué madera hay que quemar para crear una buena hoguera, un método rústico para depurar el agua, etc. Se nota que la autora ha cubierto una buena tarea de investigación, dotando a la trama de un realismo jamás visto. Porque la sequía no es una posibilidad tan remota, porque las épocas más oscuras sacan lo peor del ser humano, porque muchas veces el fin justifica los medios. ¿Qué llegaríamos a hacer por una gota de agua?
Otro aspecto que ha conseguido conquistarme por completo es el desarrollo de los personajes: cada uno de ellos es único y carismático, perfectamente definido, con sus sombras oscuras y sus por qués. Viven tal y como les han enseñado a hacerlo, contaminados por un mundo que no tiene nada más que ofrecer.
Por otro lado, y quizás justamente por eso, el romance es uno de los más conmovedores que he leído en mucho tiempo: al igual que el resto de la novela, es limpio, sin presunciones; Eli y Lynn forman una pareja entrañable, sin ninguna escena forzada o metida en calzador. Siendo sinceros, lo necesitaba.
Y el final... Soy incapaz de deciros nada, porque quiero que sea tan inesperado como lo fue para mi. Terminé sollozando como una niña, incluso deseando que Not a Drop to Drink fuera un inicio de trilogía, porque era incapaz de aceptar que pudiera terminar así. Pero sí, terminó, de la única forma que podía hacerlo en un mundo vasto e incoherente; porque no se quería representar un cuento de hadas, si no algo real. En conclusión, esta es una de esas distopías que es imposible olvidar, tan reales que te dejan una especie de dolor en el cuerpo al terminarla, viendo más que posible que tu propio mundo acelere hacia su propia destrucción, hacia un planeta infértil, seco y bárbaro. Un grito a la supervivencia.